jueves, 14 de mayo de 2009

SE ESCRIBE Y SE GRABA

Proyecto para micro-serie de televisión 3”



capítulo primero

Dudaban. Lo que debe ser realmente incómodo tratándose de dinero.
Si, ésta vez también será lo primero de lo que me ocuparé. Eso… y la insoportable pensadera.
Me llamo Navila, y tengo 34 años. Soy la menor de cuatro hermanos.
Mi padre es carnicero y mi madre…ella debe de estar por ahí.


A los ocho años, me gustaban los rincones y apartarme de la gente,
ofrecía buena recompensa. Cuando se hacían las fiestas patronales, no faltaba cerveza y come, come.
Ni siquiera supe el nombre del chico con el cual me escapé detrás de la camioneta.
Pero si aprendí a separar a tiempo la boca.



Solía acosar a Pablo, mi vecino. Era homosexual. Dice que ya no.
¿Puede ocurrir semejante cosa? En fin.
Probablemente se deba a la alimentación. Pablo nunca probaría la carne de cerdo.
A propósito de cerdos. Me casé con uno. Solo duró año y medio.
Tiempo suficiente para embarazarse y desembarazarse.
Se llama Cristhina, y se proyecta mariposa.



Con el tiempo aprendí a ser liberal, fué culpa de mi tía Margarita.
Ella se mantuvo sobria y soltera. Era maestra de escuelita vespertina.
De esas, improvisando la sala y muchas sillitas.
Se amarraba una tira de tela alrededor de la cabeza.
Muy apretadita. Para controlar la migraña.
Ella decía que las mujeres no se hicieron para pensar.
Que eran buenas amando y odiando. Pero para ninguna otra cosa más.

Si la tía Teresa la escuchaba decir cuanta entrega nunca es suficiente para los hombres,
era segura la guerra el resto de la tarde.
Mi abuela no estaba de acuerdo en los enfrentamientos.
Mucho menos en su propia casa, en su magnífica salita de dos por dos. Mimbre y estambre.



Muchas mujeres en mi infancia. Tejiendo, bordando, peleando,
taladrando mi cerebro. A penas alcanzaba para medio vivir,
pero cada domingo, después de la comida,
no faltaba la charla en mención de los que faltaban. De Cuba, de
el abuelo, el doctor, la casa en la Calzada de Guadalupe,
la hipoteca, el tío Tito, el tío Roberto, y no sé para qué.
A ellos parecía no importarles lo que nos pasara.
A Doña Lolín sí. Era la abonera. En esa época la falluca era cosa de atrevidos.
Pésima copia de fragancia, bisutería con rebaba y una
que otra cosa extraña que terminaba en la vitrina.


Las ventas nunca han sido mi fuerte. Por más que me esfuerzo.
El otoño pasado, me diagnosticaron síndrome bipolar.
Nada de cafeína ó cualquier cosa que se esparza con un soplido.
He perdido en lo que va del año ocho empleos,
y dos entrevistas ni siquiera se llevaron a cabo.
La estúpida secretaria quería llenar mi solicitud con mentiras. Odio las mentiras.


Necesito éste trabajo.


Pasé al pequeño vestíbulo, donde me recibió un mujer obesa,
morena, baja de estatura, y con un exagerado rosa en su ya de por sí
ñoña indumentaria. Me dijo algo en tono dulzón y
me ofreció una soda fría. Que acepté.
No debe ser casada. Está de buen humor.
Y supongo que tiene un buen sueldo.
Esos zapatos que lleva, se los he visto a Minerva,
la puta del 118. Ella solo compra de diseñador.

Me hizo preguntas como ráfaga. Me toreó por el lado de la honestidad
y luego me sacó del brazo, para depositarme en una silla muy incómoda
y decirme que esperara unos minutos la respuesta.


Necesito éste trabajo.


Después de casi una hora asomó su regordeta cara sonriente y
volvió a su cubil. -¿Qué coños hace? ¿cuánto misterio?...
Ya no tengo dinero, era mi última solicitud.
Me arden los pies. Y no he desayunado.
Mañana se vence el mes de renta y mi padre no regresa.

Mientras no me sangre la nariz…


Continuará…

Escrito por Erika Molina Prado

2 comentarios:

  1. aveces cuando te leo. me pierdo y voy tejiendo tus lineas una a una y me detengo y siento tu presencia escrita, eso es la esencia de tus escritos.. muy bellos e interesante rompiendo esquemas que nacen en tu alma..

    precioso

    saludos fraternos con mucho cario
    un abrazo inmenso
    besos

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  2. Gracias por leer, Adolfo...


    un fuerte abrazo.

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