domingo, 19 de abril de 2009

...AYER...

¿Qué no se supone que debería haber empezado a llover? Ya viene Mayo. Los mangos. En la puerta del ensayo, teníamos una tabla con un clavo para cada integrante. Ahí colgábamos el impermeable y la chaquetilla. Nos sacudíamos el mundo y una que otra mentira.

La política era muy estricta. “No dejarse llevar por las bajas pasiones” ¡Chicos, aquí se viene a hacer música!

Lo cual hacía que resultara aún más excitante la cuestión de los amantes.

Todavía recuerdo el acomodo del inmobiliario. Atacados entre bocinas, pianos, tambores…

Mi rincón era privilegiado. Desde ahí se veía por la escalera quien iba llegando. Odiaba que la tiza del gis me colocara una decoración de estúpida en la cara, cada vez que se anotaba la siguiente fecha, del próximo evento. Había una repisita con libros y revistillas.

El baño era otra cosa. Las palomas se introducían por la ventanita y prácticamente meabas contemplando si a la naturaleza no se le antojara hacerlo encima de tu cabeza.

Yo siempre llegaba temprano. Me gustaba asomarme al balcón. Desde ahí, se podían ver las ventanas de las otras casas. Muchos fragmentos de otras vidas. Lejanas. Extrañas. Pero muy entretenidas.

Una sala acondicionada de tiendita nos ofrecía el refrigerio de espera, y cada tarde se iba sumando a la charla inútil, algún tema.

Mi bicicleta era fenomenal. Me llevaba en cinco minutos desde el boulevard hasta Cuauhtemoc y Juan Soto. Recuerdo que los chiquillos se amontonaban para escuchar los acordes de la guitarra, y discutían por qué la lengua los engañaba. Decían que de tanto comer golosinas ya tenía voluntad propia, y que lo que sea que comían siempre sabía a otra cosa.

En muchas ocasiones perdimos el tiempo debajo de los árboles del jardín, apostando a ser los expertos en solfeo de liberales métricas. Era una banca de cemento bastante complaciente. Porque hacía las veces de mesita de tareas y pasaporte a los besos perversos. No hubo canción más bella, que la primera.

Desde entonces me preguntaba si la infame caricia de la incertidumbre viviría fiel a mis deseos. Porque lo insoportable de la pérdida no es el olvido, sino el recuerdo.

1 comentario:

  1. El recuerdo, firme pieza del ayer..

    un gusto leerte, me gusta , eres muy particular en tus textos, me ha encantado leerte, y claro espero seguir leyéndote.

    te dejo mis saludos fraternos con el cariño inmenso y sobre todo solidario..

    un abrazo muy fuerte..

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