miércoles, 15 de abril de 2009

EL PAISAJISTA

Yo solo puedo saber lo que conozco bien

Para el caso es lo mismo

Es la oportunidad en sospecha.

Resulta que la caminata por el boulevard, incluye palmera, airecito,

arena y una maravilla en cada maceta.

No pude hacerme cargo de la pensadera. Hubo un acontecimiento mayor. Alto, moreno, figura esbelta. Sus manos pinceles, sus pies…

A unos pasos de mi, la vulgar muchedumbre, perdida en sus pretextos. Como dándose importancia, observándose los traseros.

El paisajista decoraba. Este de piedra y aroma a canela, éste otro de lluvia, y de besos dorados. La mirada decía que para él, otro mundo se mueve en su cabeza. Se detenía a limpiar con sus manos la superficie del camellón, donde viven las flores y las piedras brillosas. Como ayudando a mantener la belleza.

¡No está loco, infelices!

No le tiren de la cuerda. No ven que sabe mejor que ustedes de perfección. De lánguidos, místicos, inmediatos, y trovadores de mesa secreta. Haya en la brisa una respuesta, una identidad. Una constante y una distancia, que desde su cielo, parece poco importar.

¡A seguir su camino! ¡Monos delirantes, ambiciosos, putos perseguidos!

El no tiene nada que les pertenezca. Todo lo que lleva, lo lleva en su cabeza. La caricia del suelo, sustento de perro. Cobijo del genio.

Escrito por Erika Molina Prado

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